Sobre el fenómeno fan en Roma
Introducción
La propia etimología de la palabra ya nos empieza a ofrecer pistas sobre su significado, un fan o un fanático es aquél que está inspirado por los Dioses o que ha entrado en un frenesí divino, vamos...lo que viene a ser un trastorno obsesivo temporal impulsado por un input externo que libera en nuestro organismo una gran cantidad de dopamina. Lo que es más que evidente es que hay determinadas características que despiertan a ese neurotransmisor de nuestra cabecita y le hace enloquecer, y en el caso que nos ocupa tiene más que ver con el peligro y con los restos de nuestra genética más animal que con cualquier otro aspecto.
Vayamos por partes....
En los años 50 la información empezó a globalizarse desde el punto de vista que entendemos ahora, la radio y posteriormente la televisión pasó a ser un canal de difusión mundial de cualquier acción que aconteciera en Estados Unidos o en Europa, y con ello llegó la generalización de los gustos y la masificación. El fenómeno fan, íntimamente ligado a la música, al deporte y al cine en nuestros días, responde a un canon distintivo en que el éxito, la belleza y el poder mediático se unen para convertirse en el foco del deseo del seguidor, cuantos más de estos rasgos distintivos se posea, mayor será el influjo en el fan.
En la antigüedad no existía ni twitter, ni facebook, ni blogs, ni internet, ni revistas de adolescentes pero al contrario de lo que pudiera parecer la información sobre determinadas hazañas deportivas se extendían de forma generalizada por todo el imperio, siendo precedida de una publicidad masiva que asegurara la asistencia a determinado evento. Las mujeres ocupaban sus asientos suspirando de amor, los hombres sedientos de grandes hazañas para registrar en la memoria y los esclavos admiraban a aquél que siendo como ellos había conseguido su libertad, fama y dinero. Porque efectivamente, en la antigüedad existió el fenómeno fan, tal y como lo conocemos...pero ¿hacia quién?
Hola nenas soy Cayo Apuleyo.....
Ni Cristianos Ronaldos ni Mesis aquí el auténtico icono es hispano y se llama Cayo Apuleyo Diocles. Sí, querido lector el más famoso auriga del mundo romano era español, nacido posiblemente en Emérita Augusta en el 104 y que destacó en el imperio de Adriano como el mejor conductor de bigas, cuádrigas y hasta carros de 7 caballos. Cuando hablamos del más importante es porque su carrera deportiva duró más de 24 años en activo, retirándose finalmente a la edad de 42. Apuleyo amasó una fortuna equivalente a lo que actualmente cobraria cualquiera de nuestros deportistas de élite y sus hazañas quedaron plasmadas en estelas conmemorativas con un registro exhaustivo sobre número de victorias, nombres de los caballos y facciones a las cuales perteneció.
Para engrandecer aun más si cabe su leyenda, se fabricaron lamparillas y figuritas con su efigie y colapsó todas las apuestas económicas, es decir se creó alrededor de su mito una gran campaña de marketing. A pesar de que pudiera parecer que estos deportistas gozaban todos de ciertas simpatías no es así, en el caso de los aurigas tenían una legión de simpatizantes debido a que cada uno de ellos pertenecía a una facción identificada con un color, sería parecido a nuestros equipos de fútbol pero se relacionaría más con el equipo que con el auriga en sí, lo mismo ocurriría en el caso de gladiadores o de la disciplina del pancracio "lucha libre", pues estaríamos hablando de personas del estamento social más bajo: esclavos, prisioneros de guerra, delincuentes o ciudadanos libres que renunciaban a esa libertad a cambio de comida. Pero aun así en ocasiones, aquel esclavo o aquel prisionero destacaba por unas habilidades sobresalientes con las que entretener a las masas convirtiéndose en leyenda.
El circo de Roma tenía capacidad de aforo de más de 250.000 personas, eso nos aproxima a la idea del impacto que esta clase de espectáculos tenía en la sociedad romana. Puedes ver en qué consistían estas celebraciones al detalle en : El Circo y la lucha de Gladiadores
Pero sigamos... principalmente durante el siglo primero de nuestra era se consagraron los grandes mitos del anfiteatro, unos pocos gladiadores de diferentes disciplinas gozaron de un estatus sin precedentes, a algunos se les conoce por el tipo de gladiador que representaba, fuera en combates cuerpo a cuerpo o en las venationes (lucha contra animales), a otros por su lugar de procedencia, pero aun así llegar a lo más alto fue a costa de sobrevivir en condiciones francamente complicadas.
Los gladiadores eran hombres y algunas mujeres que dotados de unas características físicas especiales ofrecían el mayor de los entretenimientos al pueblo romano. A pesar de la creencia generalizada, la gran mayoría de los espectáculos no eran a muerte y en ocasiones los avispados gladiadores pactaban previamente la disposición de la lucha así como donde golpear con el gladius o el tridente para romper una oculta bolsita de sangre que había colocada entre su armadura para dar la apariencia de que habían sido heridos... Hay que pensar que entrenar a un gran gladiador costaba años por lo tanto los lanistas no estaban por la labor de que una de sus mejores propiedades acabara aniquilada a las primeras de cambio.
Aun así, estos combates ofrecieron grandes tardes de gloria. Gracias a los graffittis hallados en Pompeya o en otros importantes yacimientos se saben de algunos nombres que quedaban marcados para la eternidad, pues ese en realidad era el mayor de los honores.
El fenómeno fan llegaba con personajes como Tetraites, Spiculus, Carpóforo, Flamma, Vero, Prisco, etc....Estos hombres procedían de diferentes lugares del imperio y consiguieron amasar una importante fortuna tanto ellos como sus propietarios, algunos de éstos como Flamma (de origen sirio), renunciaron a la libertad para seguir combatiendo en la arena, más valía una vida corta de gloria y fama que una larga relegada al ostracismo, en cualquier caso algunos de los protagonistas quedaron bajo la protección del propio emperador, que a causa de su profunda admiración les ofrecía palacios, dinero y mujeres. Nerón fue uno de esos emperadores pero sin duda Cómodo fue exponencialmente el más obsesionado con estos espectáculos, apareciendo él mismo como gladiador ataviado con ropajes que emulaban a Hércules y combatiendo hasta en 700 ocasiones.
Algunas de las principales figuras fueron recordadas no solo por el número de batallas vencidas sinó por la calidad de su lucha, es el caso de Vero y Prisco que durante horas estuvieron enfrentándose sin que ninguno de los dos se dieran por vencidos, motivo por el cual fueron ambos galardonados con la espada que les dotaba de la ansiada libertad. Tras esos duros combates, los gladiadores eran ovacionados con fervor y se les ofrecía fiestas a las que acudían bajo la atenta mirada de jóvenes y no tan jóvenes que no ocultaban sus miradas lascivas, mezcla de admiración y lujuria.
El poder de hallarse en la constante batalla entre la vida y la muerte avivaba el deseo de lo prohibido y si a eso le sumamos que eran considerados esclavos, permitía que aquéllos con más recursos pudieran pagar al lanista un dinero extra para gozar de la compañía del gladiador de moda.
A falta de pósters buenos son mosaicos
Teniendo en cuenta la relevancia de estos hombres y la admiración que producían, no es de extrañar que algunos quisieran plasmar sus proezas en sus lugares de trabajo o en sus propias casas. De la misma forma que nuestros adolescentes cuelgan sus pósters en la habitación, en la antigüedad se encargaban mosaicos o pinturas murales donde aparecía el auriga con la facción que seguía el dómine o con los gladiadores más destacados de la época, dejando patente los gustos o las inclinaciones familiares.
Se han hallado muchos de estos mosaicos en diferentes partes del imperio, desde Pompeya, Herculano o Piazza Armerina, hasta Hispania o África y se perpetuó desde el siglo primero hasta mínimo el V, cuando el cristianismo se convirtió en la religión oficial.
De forma menos ortodoxa, algunos ciudadanos se dedicaron a escribir y dibujar con mayor o menos destreza las figuras y nombres de los protagonistas más destacados de la época en las paredes de las calles, he aquí la prueba...
Los comerciantes conocedores de la popularidad empezaron a fabricar diferentes objetos que vendían fácilmente como lamparillas, camafeos, joyas, vasijas, o incluso pequeñas figurillas que podían ser usadas para uso decorativo o como juguete infantil.
Conclusión
Sin duda, Elvis, los Beatles y los Rolling han sido los referentes del fenómeno fan de estos últimos siglos pero así como en la actualidad nos basamos en la apariencia, el talento musical o deportivo en la antigüedad existía una necesidad de alabar aquéllo que resultaba vital para la supervivencia. Los niños debían disponer de un icono que representara el valor o la supremacía física por una pura necesidad social.
No hemos cambiado tanto....
Mireia Gallego
Febrero 2016