Cursus honorum

Introducción

La ascensión política actual se basa en una especie de carrera de fondo y en una voluntad manifiesta de dedicación pública por motivos muy diversos, desde el ansia de poder sin más pretensiones, la satisfacción de trabajar por el bien colectivo o la de obtener una remuneración asegurada. A veces sólo es una de esas premisas y en ocasiones todas ellas, el caso es que hoy por hoy el ejercicio de la política difiere bastante del antiguo y a pesar que la  romana sienta las bases del organigrama actual la fórmula de acceso era algo diferente. Aun así hay aspectos similares como las corrientes ideológicas, la ascensión progresiva o la formación en política, coged todo esto que he dicho con cautela porque las diferencias serán notables pero a grandes rasgos sí existen similitudes.
La materia que nos ocupa es fascinante, creedme, más de lo que pensáis y os chocará saber que mucho de lo que ahora veis es una reproducción de lo que fuimos. ¿Empezamos?
 

Orígenes de la organización política

Ya he comentado en diversas ocasiones cómo se implementó la organización social de esa Roma primigenia, tribal y emergente que se iba asentando en el lodazal que ahora conforma el Foro. 
Teniendo en cuenta que la sociedad unificada partía principalmente de tres comunidades tribales diferentes: etruscos, sabinos y latinos, era de esperar que la política común fuera un tira y afloja de poder entre las personalidades más relevantes de cada una, si al principio el sistema de monarquía electiva fue la recurrida para asentar las bases sociales y de infraestructura compartida, con el devenir del tiempo fue modulándose el sistema político según las necesidades estableciéndose un sistema dual de consulado que permitía corregir las aspiraciones interesadas de una u otra corriente. Con el paso de los siglos los orígenes tribales de unos y otros se fueron diluyendo y para cuando la identidad romana se convirtió en una sola las divergencias se harían más evidentes según las corrientes políticas e ideológicas, estableciéndose una bipolaridad populares-optimates. Aun así, el poder quedaba en manos de las principales familias aristocráticas y de unos acaudalados ciudadanos con aspiraciones en auge. Eso fue así durante siglos. 
En Roma el poder estaba en manos de unos cuantos hombres de apellidos memorables y eso implicaba que su descendencia directa tenía casi la obligatoriedad de seguir con aquellos que les precedían, la importancia de tener un vástago varón era de suma relevancia social, la perpetuación de un apellido no sólo implicaba una genealogía sino un modelo político y de alguna forma aquellos hijos varones o herederos adoptados debían procurar no dilapidar un legado dejado por sus antepasados y en la medida de lo posible mejorarlo. Uno de los aspectos más importantes en este sentido es que a diferencia de la remuneración económica que percibe un político en la actualidad, los políticos romanos no recibían dinero de las arcas estatales, es más la política activa obligaba a disponer de un patrimonio considerable para poder celebrar actos públicos durante los cargos que ocupaban, para la construcción de arcos o edificios conmemorativos o para la rehabilitación de espacios maltrechos, todo ello, eso sí, acompañado de una lápida conmemorativa que dejara claro quién había sido su benefactor.
Esto no significa que no se enriquecieran con la política, todo lo contrario. Ser gobernador de una provincia recaudando los impuestos locales hizo que muchos de ellos agrandaran sus arcas personales, exprimiendo los recursos e implementando una política corrupta e interesada. Pero para ir por partes veamos cuándo se empezaba a escalar y cómo.
 
Imagen: Tesoros del Museo Británico
 
Entre los 15 o 17 años un romano varón pasaba de ser niño a adulto, para constatar tal hecho se celebraban fiestas en honor a Iuventas (Hebe) diosa de la Juventud. Se le rapaba los vellos que comenzaban a salir en su cara y se donaban junto a una moneda, la túnica infantil, la bulla y los juguetes. En realidad es un ejercicio simbólico que pone de manifiesto en sociedad que un nuevo hombre romano y libre engrosaba la lista del censo. El adolescente empezaría a partir de aquel momento a vestir la toga viril. Durante su infancia el joven había sido instruido por un gramático o maestros principalmente helenistas en matemáticas, historia, filosofía, textos clásicos y cultura general y ya posteriormente en lo que sería un grado más superior en retórica o en el deleite de saber hablar en público, todo ello con la finalidad de que tuviera las herramientas necesarias para desenvolverse en un contexto político.

 

Escalada política y cargos públicos 

 
Estos jóvenes adultos pasaban a ser tutelados por un cargo público para que le iniciara en la política activa, les acompañaban y ayudaban en tareas menores y eran elegidos para cargos menores conocidos por el nombre de Vigintivirato.
Este proceso de aprendizaje tenía cuatro especialidades que sería el derecho penal, el civil, la economía y las obras públicas, es decir estos jóvenes entre 17 y 24 años podían ser designados como:
 
Xviri stlitibus iudicandis: Diez jóvenes acompañaban a jueces y a magistrados ayudándoles en las tareas ordinarias.
IIIviri capitales: Tres de ellos se encargaban del custodio de los presos condenados a penas capitales o pendientes de juicio.
IIIviri aere argento auro flando feriundo: Tres jóvenes se encargaban de la acuñación de las monedas. La traducción sería los tres hombres para la fundición y acuñación de oro, plata y bronce. Sin duda de las cuatro especialidades esta era la más ansiada, no por la tarea en sí, sino por la notoriedad que implicaba ya que firmaban las acuñaciones bien con su nombre, sus iniciales o con un símbolo identificativo. A este cargo optaban mayoritariamente jóvenes de mayor edad.
IVviri viarum curandarum: En este caso se trataba más de una tarea de mantenimiento de calles y vías principales, a pesar de que ediles, pretores urbanos y censores llegaron a ser responsables en diferentes etapas de la historia de Roma de estos trabajos, estos magistrados disponían de cuatro ayudantes que se encargaban de controlar la limpieza y el estado óptimo de la red viaria. 
 
Debéis pensar que a lo largo de los siglos las designaciones y las responsabilidades fueron variando, no es lo mismo en la república que en el Imperio ya que en este último periodo el emperador controlaba todos los cargos de poder y algunos de ellos modificaron el modo de designación de cargos menores y de confianza.
Aun así en términos generales los jóvenes se iniciaban en estas especialidades antes de optar a las grandes magistraturas de Roma.
 
Bien, ahora tenemos a un joven aristocrático que ya se ha iniciado en política, ¿qué pasaba después?
 
Los romanos daban una esencial importancia a las tareas del ámbito civil y judicial pero también era necesario iniciarles en la carrera militar al menos ocupando cargos suplentes o de apoyo a los Legados de las legiones, este cargo instaurado por Augusto era el del Tribuno laticlavio, en él el joven aprende de su superior en ámbitos estratégicos o militares.
A pesar de este cargo propiamente estandarizado, no era extraño que jóvenes patricios acompañaran a sus progenitores o mentores en ciertas campañas militares pues de alguna forma permitía adquirir experiencia adicional y permitía que el soldado raso lo conociera. Este último punto es importante porque establece lazos de unión o de simpatía que servían de gran ayuda para sus intereses en cuanto al ascenso político. Una corriente de apoyo militar suponía un fuerza mayor frente a sus oponentes y un conocimiento de sus necesidades y quejas una herramienta propagandística inmejorable. 
 
De Cesare Maccari - [1], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=80023891
 
Las magistraturas mayores y más relevantes empezarían tras ocupar el siguiente cargo:
 
Cuestor: A lo largo de la monarquía, la república y el imperio fueron sufriendo modificaciones en número; cuatro, diez, cuarenta y finalmente reducidos a una veintena. A pesar de que a lo largo de la historia tuvieron diferentes funciones fueron centrándose paulatinamente en la responsabilidad de controlar las finanzas y de la recaudación de impuestos. La mitad de los escogidos, los cuestores civiles, estaban diseminados por las provincias y trabajaban junto al Gobernador, el resto en la gestión del erario de la propia urbe, por su parte los cuestores militares, eran los encargados de gestionar el erario perteneciente a las legiones, controlar las ganancias, inventariar y especificar las recaudaciones de los botines de guerra o la de proceder al pago de salarios. El cargo de cuestor fue ocupado también por plebeyos desde el s.V o IV a.C.
 
(Anotación: Los procuestores eran unos cargos designados en determinadas situaciones en las que no podían ser nombrados directamente desde el comicio o el Senado aunque debían ser autorizados por estos. Los supuestos eran variados bien porque había fallecido el cuestor de una provincia y debía ser asignado otro de inmediato, bien por la necesidad de ampliar el número. Las promagistraturas se dieron en varios cargos)
 
Edil: De hecho aún en la actualidad seguimos usando este término para referirnos a nuestros alcaldes. Los ediles no eran exactamente lo que ahora entenderíamos por un representante de la ciudad pero sí que es cierto que entre sus cometidos estaba el del orden público, el del control del tejido comercial de la urbe, el de la regulación de los pesos para la venta de mercancías y el de la organización de banquetes o espectáculos públicos. Dentro de este cargo de la magistratura había dos subcategorías:
  • el edil curul: Estaba ocupado mayoritariamente por patricios ya que eran estos los que debían proporcionar al pueblo de Roma unos juegos o banquetes públicos y gratuitos a costa de su propia inversión privada. La necesidad de hacerlo mejor que el predecesor en el cargo y dejárselo difícil al sucesor hizo que algunos de ellos se endeudaran para ofrecer espectáculos de magnitudes colosales. Julio César llegó a desviar el curso del Tíber para sus espectáculos navales pero las excentricidades fueron muchas y diversas. También entre sus atribuciones se contaban la de poder redactar edictos regulatorios y la de la sentarse en la silla curialis. 
  • el edil plebeyo: A mediados de la república y para calmar los ánimos exaltados de los plebeyos que veían como se copaban los cargos de poder por parte de los patricios, se establecieron una serie de cargos que podían ser ocupados y elegidos directamente por ellos, entre estos se halla el de edil plebeyo que eran los encargados del custodio y mantenimiento de sus templos pero también del control urbano, dependiendo directamente del Tribuno de la plebe. 
En realidad esta subdivisión era una manera de diferenciar el control de zonas y espacios patricios y plebeyos, no se trataba tanto de las atribuciones del cargo sino de los espacios de control. A pesar que no es una magistratura de las más relevantes en el cursus honorum, su importancia tiene una vertiente más propagandística para los patricios. El destacar tu apellido ante la plebe, el que te conozcan por méritos ofrecidos o el buscarte los favores de la clase dominante en cuanto a número era un regalo demasiado valioso como para obviarlo.
 
 
Es a partir de estos peldaños en la escala en la magistratura romana cuando los electos aparte de ocupar los cargos más relevantes poseen el imperium o lo que es lo mismo el control parcial o total de las legiones.
 
Pretor: Esta magistratura originariamente era una equivalencia a la que tenía el cónsul pero con el paso de los siglos el pretor fue considerado un cargo separado y previo al de cónsul, quizás la necesidad de dividir las funciones ante una expansión geográfica y población más extensa obligó a fraccionar la responsabilidad. Los pretores tenían una función muy judicializada, encargándose de la redacción del planteamiento de los litigios, decretando órdenes para la resolución de conflictos civiles, redacción y confección de leyes, podían gobernar provincias y comandar las legiones.
Con la llegada de nuevos ciudadanos del resto del imperio, se creó la necesidad de hacer una subdivisión del cargo.
 
  • Pretor urbano: El encargado de ejercer la pretura en la urbe y a los ciudadanos romanos que vivían en la ciudad
  • Pretor peregrina: encargado de ejercer la pretura a visitantes o extranjeros
Sin duda ambos disponían de las mismas competencias pero jurídicamente determinadas leyes tendrían más incidencia en la práctica en un grupo que en otro.
 
 
 
Cónsul: Este sin duda es el máximo cargo al que se podía aspirar políticamente, pues tras él quedarían dos magistraturas más excepcionales de las que luego hablaremos. El cónsul era un cargo compartido, anualmente se escogía a dos y el año recibía el nombre de ambos. Es decir, los romanos no decían una cifra numérica, sino que para hacer referencia a un año determinado lo hacían diciendo el nombre de los cónsules que habían ocupado la magistratura en ese periodo. 
Los cónsules portaban las franjas púrpuras y los calcei rojos. Podían reunir al Senado y a los Comicios, presidían los juicios, ordenaban sobre el territorio y sobre las provincias y disponían de potestad para comandar las legiones, la única institución que quedaba por encima de ellos era el propio Senado.
Ocupaban un lugar destacado en la curia pero también en las apariciones públicas asimismo su nombre quedaba reflejado en los fasti consulares.
Al igual que los pretores fue preciso nombrar consules suffecti que ejercían el mismo cargo cuando el cónsul fallecía, era destituido o renunciaba a su cargo. El mando proconsular al igual que los propretores o los procuestores disponían de las mismas atribuciones propias de la magistratura en Roma pero en el control provincial. El prestigio social que ofrecía el cargo era motivo suficiente para que hubieran conflictos entre las facciones llegando a ser un auténtico dolor de cabeza, un ejemplo es la Conspiración de Catilina que se inició con la negativa de nombrarlo cónsul en varias ocasiones. Normalmente el consulado estaba controlado por dos personas de perfiles opuestos y de corrientes antagónicas.
 
Hasta aquí diríamos que son los cargos que se perpetuaron durante siglos en el Cursus Honorum, aun así había dos más que fluctuaron según la época de la que hablemos.
 
© The Trustees of the British Museum
 
Censor: Mayoritariamente todos los cargos de la magistratura romana tenían un periodo de duración de un año pero no se ascendían los peldaños consecutivamente, debían haber periodos de descanso entre una y otra magistratura que permitían ir alcanzando la edad obligada o adquirir los apoyos suficientes para optar a ellos. Así, durante esos paréntesis entre cargo y cargo ejercían de senadores, eran destinados como soporte a otras provincias e incluso formaban parte de los mandos de la legión. En este caso el censor era un cargo escogido por los comicios centuriados entre aquellos que en algún momento habían ostentado el cargo de cónsul, normalmente eran hombres que sobrepasaban la cincuentena y eran escogidos cada 5 años a pesar de que el cargo sólo se ocupaba durante año y medio. El motivo era  que al igual que en la actualidad se encargaban del censo de población pero también del control de determinados aspectos de las cuentas y de la construcción de infraestructuras públicas como redes viarias, acueductos, puentes, templos.... No sería necesario hacer el censo anual y entre elección de censor y censor habría el tiempo suficiente para la ejecución de los proyectos aprobados.
El censor no era un cargo honorífico pero sí era de gran relevancia social, Augusto lo eliminó y lo asumió a sus propias atribuciones personales pasando a engrosar la lista de magistraturas ejercidas por los emperadores, en la lápida superior podéis ver como el emperador aparte de pontífice o cónsul es censor perpetuo y que por orden de él se construyó el puente.
 
 
Dictador: La república romana tenía auténtico terror y desprecio a la figura totalitaria del rey, no obstante en contraposición crearon la figura del Dictador como cargo excepcional y únicamente indicado para casos en los que se ponía en peligro la estabilidad del imperio. Las causas podían ser  conflictos con tentativa de peligro para la seguridad de Roma, guerras internas o periodos de emergencia. Este cargo sólo podía tener una duración de 6 meses, una vez finalizado este plazo se establecía de nuevo la reorganización anterior mediante la asignación de nuevos cónsules o se prorrogaba si era necesario por otros seis meses. 
La figura del dictador en principio era asignado por la totalidad del senado, aunque eso no era totalmente cierto pues en el caso de Sila, lo nombraron dictador pero bajo la presión que el mismo ejerció con su ejército o el mismo César que se autodenominó dictador perpetuo. 
Era un cargo peligroso pues el dictador ostentaba un poder absoluto sobre cualquier ámbito, civil o militar por encima incluso de la potestad del Senado, el miedo a que el hombre escogido no renunciara cuando el conflicto disminuyera hizo que fuera extremadamente excepcional y que el Senado fuera muy cauteloso para dar ese control total.
 
 

Otros cargos

 
A pesar de que la mayoría de los cargos públicos fueron ocupados mayoritariamente por familias aristocráticas, los conflictos dados entre patricios y plebeyos pocos años después del asentamiento político de la república en el s.VI a.C obligaron a crear un cargo alternativo específicamente para garantizar los derechos de los plebeyos frente a los abusos de poder de la aristocracia y este fue el constituido como Tribunado de la plebe, muchísimo más importante y con mayor poder de lo que se cree. 
La etimología de la palabra ya nos da una pista de la connotación tribal de los inicios de Roma y de la importancia que tuvo en la defensa de un sector maltratado sistemáticamente. 
 
Tribuno de la plebe: Al igual que en otros cargos su número se fue ampliando paulatinamente según las necesidades, empezaron nombrándose dos y posteriormente se fueron incrementando hasta llegar a los diez. Escogidos por la propia plebe desde las filas de los suyos o del orden ecuestre, el Tribuno adquiría un carácter casi sagrado. A pesar de que quedaba supeditado al control del Senado, el Tribuno podía tumbar leyes consulares, edictos o reunir a la curia cuando fuera necesario e incluso denunciar a magistrados o promulgar leyes propias.
 
El Tribuno no podía ser agredido físicamente en la urbs ni hasta una milla de distancia desde las murallas delimitadoras de Roma y además tenía potestad para condenar a muerte y para convocar las Asambleas de la Plebe.
 
A pesar de este poder, los tribunos no eran senadores ni tampoco podían asistir a la Curia ni sentarse en un lugar preferente pues en realidad la sociedad costumbrista romana seguía siendo propiedad de una élite aristocrática. De hecho no portaban la toga senatorial ni las distinciones de los magistrados aun así no hay que menospreciar su influencia en absoluto pues el poder de tumbar las leyes consulares les dotó de una importancia fundamental en la república romana. Uno de los casos que ejemplifica hasta qué punto fueron decisivos fue que un patricio Publio Clodio renunció a su condición de aristócrata siendo adoptado por unos familiares plebeyos para poder acceder al cargo de Tribuno.
 
No tuvieron lictores pero sí dispusieron de personal complementario que ocupaban cargos como el de edil plebeyo que sumados a otros refrendaban su condición de defensores de este mayoritario sector social. 
Al estar el senado sometido a esa decisión aprobatoria del Tribuno es de lógica que hubiera intentos de acercamiento y control desde miembros de la propia curia. 
No es de extrañar por tanto comprobar como para que una Ley que facilitara tierras a los militares retirados, personajes como Julio César debieran poner a Clodio al mando para garantizar su aprobación. En realidad tampoco es que el Tribunado de la Plebe garantizara beneficios para los suyos ni tampoco es que se vieran grandes acciones derivadas de su cargo pero no debemos menospreciar su poder de acción frente al Senado.
 
Otros cargos alternativos configuraban el poder militar y religioso de Roma de los que hablaré en otros apartados diferenciados, ocupados por patricios o por caballeros, la guardia del pretorio, el pontífice máximo o el Flamen Dialis así como muchos otros cargos públicos engrosaron el liderazgo de un imperio en expansión que debió dar respuesta a unas necesidades que aunaban el costumbrismo y la tradición con la practicidad de una sociedad perfectamente regulada y jerarquizada.
 
Mireia Gallego
Febrero 2021
 
 
 

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