Tribulus - Abrojo

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Introducción

En ocasiones los elementos más sencillos pueden ser determinantes en cualquier batalla. Una buena planificación puede resultar el punto de inflexión que dé respuesta a un conflicto, tenemos infinitos ejemplos sobre estrategias militares que no dependían tanto del número de efectivos como del análisis de las debilidades del contrario. Para ello es importante analizar las zonas, evitando emboscadas, la meteorología, la disposición u ordenamiento del enemigo o la salud física y psíquica de tus propios soldados. Son infinitos los aspectos que interfieren en la balanza de la victoria, pero hoy me centraré en un pequeño pero esencial objeto defensivo romano que cambió el curso de numerosas batallas. No os dejéis engañar por su apariencia modesta, el tribulus es una de las armas más poderosas de las legiones romanas, veamos el porqué. 
 

Qué es

El tribulus es un pequeño objeto con 4 salientes puntiagudos principalmente confeccionado en hierro. La particularidad de esta pequeña arma es que caiga como caiga sobre el suelo una de sus puntas siempre quedará apuntando hacia arriba. 
 
El tribulus recibe su nombre de una planta, la tribulus terrestris, que como podéis contemplar en las imágenes dispone de una apariencia similar, de hecho era común clavarse estos pequeños frutos que contienen las semillas en su interior y que agarrándose a los pelos de animales o a la ropa viajan hasta otros lugares donde seguir reproduciéndose. Los romanos utilizaron por tanto ese aspecto y su nombre para referirse a los abrojos.
Vamos a ver cómo funcionaban.
 
 

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Si en algo destacaban los romanos era en su practicidad y en su capacidad de adaptación. Las legiones romanas sobresalían de sus enemigos por dos aspectos principales; una cierta conciencia de superioridad que les confería un extra de motivación ante determinadas situaciones y un organigrama militar ordenado, estipulado y profesionalizado en el que todos tenían un papel asignado dentro del grupo. No cabía ningún margen para la improvisación, con ello los mandos sabían cómo debían o podían maniobrar dependiendo de las necesidades de cada momento sin tener que lidiar con todas las líneas desordenadas o fracturadas. No obstante, el enemigo en ocasiones hacía uso de sus propios medios para romper las filas de cohortes utilizando animales de gran tamaño o carros velozmente dirigidos hacia ellos. Es difícil soportar para un grupo de hombres a pie las embestidas de una caballería frontal y es ahí es donde aparecen los tribulus o abrojos. 

Los romanos tiraban centenares o miles de abrojos creando una línea defensiva, la caballería enemiga no podía divisarlos a esas distancias y en cuanto los atravesaban se clavaban en sus pezuñas haciendo que el animal se desestabilizara hasta caer y con él, al jinete que lo conducía. 

Esto servía para caballos pero también para elefantes, camellos, e incluso para la propia infantería enemiga. Los conflictos en tierras orientales o africanas obligaban a los legionarios a enterrarlos bajo la arena para causar el mismo efecto. Ciertamente, la efectividad fue total y aunque estos jóvenes soldados en ocasiones contemplaban atónitos una fila de exóticos animales y carros de combate frente a ellos, sabían que el punto flaco de su enemigo residía precisamente en la vulnerabilidad de sus animales por más grandes que estos fueran. 

Muchas fueron las batallas en las que se hizo uso de los tribuli, de hecho los macedonios ya habían usado objetos como estos en la batalla de Gaugamela pero el uso continuado fue de carácter romano perpetuándose a los largo de los siglos.

 

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La utilidad de los abrojos fue de tal efectividad que pasaron a ser elementos decisorios en batallas y asedios como fue el caso de Alesia, en el conflicto que enfrentó a César con Vercingétorix y las tribus galas, en las guerras contra Mitrídates e incluso referenciados por Herodiano (historiador) en su Historia Romana como elementos desencadenantes de una victoria que en principio se contemplaba como poco probable.
 
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El abrojo, ese objeto tan sencillo, económico y modesto, se consolidó merecidamente como un arma efectiva. Griegos, romanos, el imperio chino y todos los posteriores ejércitos de infantería hasta llegar a la actualidad han seguido empleándolos como medida defensiva.
No cabe duda que las ballestas, las catapultas, el onagro o las torres de asedio móviles fueron las armas de destrucción masiva de la época pero no debemos menoscabar la importancia de este pequeño elemento que con un coste tan bajo produjo un rendimiento y efectividad sin precedentes.
 
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