El Paladio

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Introducción

De los siete pignora imperii que nos han llegado a través del gramático del s.IV Mario Servio Honorato en su lista de reliquias sagradas, ésta posiblemente es una de las más conocidas por el público en general o de las más icónicas. Si bien las anteriores están referenciadas en algunas obras clásicas o nombradas por determinados autores, el Paladium o Paladio es más distinguible y forma parte de la cotidianedad de la ciudad de Roma hasta el punto que tenemos ciertas referencias de su aspecto. Cuando digo cotidianedad no me refiero a que fuera accesible a todo el mundo, de hecho es todo lo contrario, pero sí que su posible apariencia queda más atestiguada en monedas, mosaicos o pinturas murales. 

De nuevo deberemos viajar a Troya para entender qué es el Paladio, qué representaba y cuán importante fue para los romanos. Empecemos.

¿Qué es?

El Paladio es una figura de madera tallada que según el mito cayó a Troya cuando Ilo la fundó.

Ilo era hijo de Tros, cuando llegó a los terrenos que con los siglos se convertirían en la mítica ciudad, solicitó una señal divina a modo de aprobación. Zeus hizo caer la austera estatuilla convirtiéndose a partir de ese momento en el símbolo de Ilión, el nombre de la ciudad arcaica posteriormente designada como Troya.

La figurilla de madera parece ser que se ubicó en el Templo de Atenea, ya que está intrínsecamente unida a esta deidad. Mientras unos afirman que representa a la Diosa otras fuentes creen que el nombre de Paladio deriva de Palas, una diosa menor hija de Tritón que fue amiga de Atenea y compañera de juegos. Palas compartía con Atenea su afición a practicar la lucha. En una ocasión Zeus apareció con la égida, el escudo de Medusa, justo cuando ambas estaban en plena contienda. Atenea lanzó un ataque y Palas, asustada por la apariencia de la Górgona, no pudo concentrarse en esquivarlo siendo alcanzada y muriendo al instante. Atenea quedó profundamente abatida y a modo de recuerdo se dice que ella misma esculpió la estatua y portó desde entonces su nombre como epíteto. Este último punto es controvertido puesto que Palas también fue uno de los gigantes a los que Atenea desolló durante la gigantomaquia.

Sea por una razón o por otra, el Paladio fue sagrado desde el primer día en que cayó en manos de los Troyanos. Si pensáis que la figura de tres codos (más o menos de 1m 30 cm) era de estilo helenístico perfectamente tallado os equivocaréis, debéis pensar en esas primeras estatuillas arcaicas de rasgos simples y carentes de expresión. La apariencia sería algo parecida a la de la imagen que os pongo a continuación.

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En la numismática romana y en las pinturas murales coinciden en dotarla de casco y lanza en su mano derecha y en aparecer con los pies juntos. Ahora bien, en la mano izquierda es donde existen variaciones, mientras unos la presentan con una rueca y un huso otros la arman de un escudo ovalado o redondo. Decora su cabeza un casco tipo kegel o Ilirio. 
 
En las dos imágenes correspondientes a numismática romana y helena respectivamente, pueden contemplarse las similitudes coincidentes. En la primera la moneda de Julio César muestra a Eneas y Anquises portando el Paladio, se trataría de una interesada propaganda que establece los lazos de unión entre la familia Julia y el fundador de Roma,  mientras que en el dracma de Argos se muestra a Diomedes llevándola sobre su mano.
 
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Las contradicciones vienen precisamente de las tres diferentes versiones helenas y romanas sobre su destino final. Para los griegos, Diomedes saca el Paladio de Troya llevándolo a Argos, Atenas o Esparta según interese a cada polis, para los Troyanos Diomedes se lleva una burda copia quedando el original en la ciudad para ser ocultada de las manos enemigas y la versión romana en la que Eneas se la lleva en su viaje hacia la península itálica. Tenemos donde elegir.
Digamos que aceptamos la versión romana. Sabemos que Eneas la llevó consigo siendo con los años finalmente ofrecida para su custodio y cuidado a las vírgenes vestales. Según la tradición la estatua no debía ser vista por nadie con el riesgo a quedar totalmente ciego, de hecho hay varios mitos que aluden a este hecho. Únicamente la vestal máxima podía posar su mirada en ella sin sufrir riesgo alguno.
 
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El Paladio por tanto estaba en el Templo circular de las vestales en el Foro romano y así al menos se preservó durante siglos, salvándose milagrosamente de los diferentes incendios que asolaban la ciudad. Las atribuciones místicas del Paladio iban encaminadas a la protección de la ciudad. De la misma forma que el Paladio había protegido a Ilión/Troya desde sus orígenes, aquel que lo retuviera entre sus murallas garantizaba la integridad de la misma por lo que se multiplicaron la aparición de Paladios a lo largo de Italia y Grecia.
 
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Con la caída del imperio romano de Occidente llegó el posible traslado del Paladio sagrado. Algunos apuntan a que Constantino ubicó la estatua en su nueva ciudad, Constantinopla, siendo depositada previsiblemente dentro de su columna conmemorativa. Lo que pasó después es ya un enigma y posibles conjeturas.

Sin duda el Paladio es una de las reliquias más relevantes del mundo romano pero su misterio es si cabe, más fascinante.

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