Fidias

By Raffaello Sorbi - Trinity Fine Art, London, Public Domain, CC
 

Fidias representa uno de los máximos exponentes de la escultura clásica, más si cabe si tenemos en cuenta que dirigió la construcción de algunos de los grandes edificios de la Acrópolis de Atenas que permanecen en nuestra memoria colectiva como símbolo identitario de la democracia. En un momento de cambios sustanciales, no sólo en términos artísticos sino políticos y sociales, Fidias encabezó una nueva corriente escultórica que fue extensible entre los arquitectos que quedaron bajo su dirección técnica. Mecido por una época dorada comandada por Pericles, fue ese un detalle fundamental para entender su vida, lamentablemente también arrastrada por las muchas difamaciones a las que fueron sometidos los amigos y allegados del estratega. Veamos qué hizo y por qué es tan importante.

By Lawrence Alma-Tadema - Birmingham Museums, Public Domain, CC

Fidias nació en Atenas entre el 500 a.C y el 490 a.C., iniciándose como pintor junto a su hermano Penano. A pesar de esa aproximación inicial al arte pictórico, despuntó de una manera más relevante como escultor gracias a las enseñanzas de su maestro Ageladas de Argos, de hecho uno de sus primeros encargos fue una escultura en bronce del general Milcíades el Joven y sus soldados, de gran tamaño, y del que no disponemos ninguna reproducción. 

La información que recibimos de Fidias, nace principalmente a mediados del s.V a.C, cuando el escultor es contratado por Pericles para la reconstrucción de la Acrópolis que había quedado profundamente dañada por la invasión persa tres décadas antes. Porque es importante reseñar, que lo que actualmente contemplamos en la Acrópolis lleva su sello y que antes de su dirección artística, la planicie estaba ocupada por edificios arcaicos como el templo de Atenea Polias o el Hekatompedon, este último ubicado donde fue construido posteriormente el Partenón. De hecho si uno va al Museo de la Acrópolis contemplará en la primera parte de la sala, los restos de frontones y esculturas de esos primeros edificios, fácilmente reconocibles por las esculturas arcaicas que se representan. Aquí os dejo algunas. Valoradlas porque me gané una soberana bronca totalmente justificada, por hacer fotos, por ser miope y no ver un cartel de un metro que prohibía hacerlas. Contemplad con detenimiento que los rostros son estáticos, la delicada policramía de las escamas y la belleza arcaica de ese tipo de escultura que precedió a Fidias y a sus escultores.

 

Admirad el salto artístico entre el frontón del templo antiguo (Hekatompedon) y el nuevo Partenón.

Reconstrucción del frontón del Partenón de Fidias CC

Como os decía, Pericles, fue el gran mecenas de sus obras más conocidas por el público. Fidias aparece como el director técnico del Partenón que fue levantado estructuralmente aproximadamente en el 447 a.C por dos grandes arquitectos, Calicrates e Ictino. Debemos pensar por tanto, que él capitaneaba a un grupo de escultores encargados de construir los relieves de la procesión panatenaica y que no participó activamente en ellos. Ahora bien, lo que sí sabemos es que Fidias, junto a otros escultores como Mirón, trabajó en muchas de las esculturas más impresionantes de la Acrópolis, entre ellas la de Atenea Lemnia, Atenea Promacos, la increible Atenea Partenos o el Apolo Parnopio. Si queréis ver los frisos del Partenón originales, tendréis que visitar el Museo Británico.

 

Las estatuas de Fidias

Este busto que os pongo a continuación pertenece a una copia romana de la Atenea Lemnia de Fidias que se exhibe en el Museo Cívico de Bologna. Parece ser que fue un encargo realizado por los ciudadanos de Lemnos como regalo a Atenas. El salto artístico que representa en el arte griego es visible a primera vista, puede observarse cómo el escultor perfecciona el movimiento y humaniza, con detalles muy trabajados, los elementos decorativos.

Aún se estudia si la parte del cuerpo correspondería al torso exhibido en Dresde (Alemania) y que mostraría una túnica plisada con la égida en su torso y donde la diosa soportaría el yelmo y la lanza en la mano.

Tras esta escultura, Fidias esculpiría otra obra única situada en la entrada de la Acrópolis sobre un pedestal. Atenea Promacos o "la que lucha en primera línea", era visible con solo pasar los propileos. No se trataría de un centro exacto, pero sí que sería la primera obra que era visible en su totalidad, justo anterior al Erecteion. 

Pausanias, en Su "Descripción de Grecia" nos ofrece pistas sobre el motivo, financiación y características de la estatua:

"Los atenienses han dedicado dos exvotos con los diezmos de los botines de guerra: una estatua de bronce de Atenea con el botín tomado a los medos que desembarcaron en Maratón, obra de Fidias, sobre su escudo los Lapitas contra los Centauros y todas las demás dicen que las cinceló Mis, y que éstas y las restantes obras suyas las diseñó Parrasio, hijo de Evenor. La punta de lanza y el penacho del casco de esta Atenea son ya visibles para los que se acercan navegando desde Sunion, y también hay un carro de bronce, diezmo de los beocios y de los calcidios de Eubea"

Se han dado mil versiones sobre cómo debía ser la estatua, debido a que no se conserva ni restos del original ni copias posteriores. No obstante con la ayuda inestimable de la numismática y la pintura helena se ha podido deducir su apariencia, eso y la valiosa descripción del historiador romano oriental Nicetas en el s.XIII, que nos dice:

"El ropaje la caía hasta los pies. Llevaba un cinturón que le ceñía el talle. Cubría sus pechos una coraza con la cabeza de la Gorgona. Su cuello, descubierto y largo, causaba placer sin límite al contemplarlo. Tenía marcadas sus venas y sus formas eran ágiles y bien articuladas. Sobre la cabeza llevaba una cimera de pelo de caballo que infundía pavor. Su cabello estaba atado por detrás en una mata, mientras que los bucles que se escurrían por debajo del casco eran fiesta para los ojos, porque el cabello no estaba enteramente metido dentro del yelmo, sino que éste permitía ver un poco de sus trenzas".

Se cree por las dimensiones del pedestal  que la estatua podría haber alcanzado una altura cercana a los 15 metros y que fue construida enteramente en bronce. Las representaciones no coinciden en la posición de la lanza, algunos la ilustran en una disposición más agresiva con ésta apuntando de frente en clara alusión de protección del pueblo heleno, y otros en cambio la muestran más moderada con lanza y escudo a cada lado en posición regia, pero reposada.

Lo que es indiscutible es que nuestra Atenea Promacos debía causar una sensación de asombro y respeto, sobre todo en los momentos en los que los reflejos de luz incidían en su superficie proclamando su supremacía y sirviendo de punto de referencia desde la distancia. La estatua fue posteriormente llevada a Constantinopla durante el imperio romano de Oriente, y destruida durante el incendio del s.XIII.

Pero si hay una estatua emblemática de Fidias, esa es la de Atenea Partenos. Debía causar conmoción cuando se entraba entre las puertas de bronce del Partenón. La cella de la diosa estaba dividida en tres salas separadas por una hilera de columnas, donde la nave central era la más ancha de las tres, de unos dieciocho metros. En la parte central había un pequeño estanque donde se reflejaba la gran estatua de doce metros de la diosa. Las columnas que separaban los espacios estaban colocadas a dos alturas para asegurar la resistencia y el soporte del inmenso peso de las tejas de mármol traido de la isla de Paros. Pero, ¿cómo era la estatua?

 

Si bien Fidias era un experto trabajando el bronce, no lo era menos en cuanto a su habilidad con el marfil y el oro (técnica criselefantina). De hecho, esa estatua era un ejemplo claro del dispendio gastado por Pericles para la reforma de la Acrópolis, sacado en su totalidad de la tributación pagada por las polis griegas aliadas de Atenas y que formaban la Liga Délica. Podéis imaginar que mucha gracias no les haría a sus socios. 

Para su construcción, el escultor creó un armazón de madera de ciprés que permitía elasticidad y resistencia, sobre éste fue colocando las piezas de marfil que representaban las partes de la piel de la estatua, rostro y brazos y fue colocando placas de oro macizo que simulaban la túnica, el yelmo, la lanza y el escudo. El mismo sistema lo aplicó en la pequeña efigie de la victoria (Niké) que portaba sobre una de sus manos. El por qué de esas planchas de oro tiene una explicación, y es que debían ser extraídas y pesadas cada año para garantizar que nadie había robado. En realidad el estanque que Fidias hizo construir frente a la diosa, tiene una función más práctica que estética. El marfil se cuartea con el tiempo, así que el agua permitía dotarla de la humedad que necesitaba. Además el escultor debió trabajar el material en finas capas con extrema delicadeza, lijándolo con piel de tiburón.

Lo más impresionante de la escultura es el nivel de detalle de cada elemento. La base disponía de un relieve del mito de Pandora y el escudo estaba grabado en el anverso y reverso con la lucha con los gigantes y la batalla con las amazonas, junto a éste una gran serpiente se enroscaba amenazadoramente.

Aunque os he referenciado cuatro estatuas, lo cierto es que Fidias realizó encargos venidos de todas las ciudades del hélade y también contribuyó con su obra a embellecer el barrio de Cerámico en Atenas. Su merecida fama lo consagró como uno de los referentes más destacados de su tiempo, culminando posiblemente con la obra más sobresaliente de su vida, considerada como una de las siete maravillas del mundo antiguo, el Zeus de Olimpia.

Tras su trabajo como escultor, Fidias fue acusado intencionadamente de haber robado parte del oro de la escultura, de haber incluido su propio rostro y el de Pericles en el escudo de Atenea siendo considerado un acto gravísimo, y de haber proporcionado prostitutas al estratega en la cima de la Acrópolis. Las difamaciones vertidas sobre él, nacen de una intencionalidad de los oponentes políticos de Pericles de ensombrecer la tarea de embellecimiento de la ciudad y de perjudicar su carrera pública. 

Los más afines al estratega; Anaxágoras, su mujer Aspasia y el propio Fidias, fueron juzgados en la Heliea ante un tribunal popular y ambos hombres fueron condenados a penas de ostracismo, es decir, al exilio. Este último punto es controvertido, pues algunas fuentes apuntan a una condena en prisión hallando tras ello la muerte en Atenas, mientras que otros aseguran su obligada retirada a Olimpia donde comenzaría la construcción de la estatua entronizada de Zeus. 

Fidias murió sobre el 430 a.C, pero su obra fue eterna. Perdura en cada sillar de la colina, en cada resto del Partenón, en cada escultura clásica que vino tras él, porque más allá de sus capacidades artísticas, fue ejemplo e inspiración para muchos otros. Conocerlo es una obligación para entender el arte que nos ha influenciado durante siglos.

 

 

 

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