Campidoglio

Los Dioscuros

 
Los Dioscuros son los dos personajes emblemáticos de la mitología por los que Roma sentía un profundo afecto y devoción. Tanto es así que su culto no se erradicó hasta bien entrado el s.V.
Según la tradición, eran hermanos de Helena y de Clitemnestra, esta última esposa de Agamenón. La particularidad de ambos es que Cástor era mortal, pero no así su hermano Pólux. Sus gestas iban intrínsecamente unidas el uno al otro, y aunque sus orígenes más conocidos emergen de la mitología griega, los romanos los adaptarón a sus propias leyendas. Una de ellas, es la que hace referencia a la intervención de los hermanos en la guerra de los romanos con los latinos (batalla del Lago Regilo). Según parece, los Dioscuros aparecieron en el foro de Roma con sus caballos. Mientras los animales abrevaban, ambos anunciaron la victoria romana, tras este anuncio, desaparecieron. En cuanto los soldados llegaron y se enteraron de la intervención de los dos jóvenes, levantaron un templo en su honor, que aún permanece en pie con sus tres columnas, e hicieron sagradas las aguas de la fuente en la que se habían saciado. La constelación de Géminis, representada por dos gemelos, es la descripción de los Dioscuros.
 
Y ahora sí, vamos a centrarnos en las esculturas que nos ocupan.
Estas dos figuras de mármol que te dejan sin aliento en las escalinatas de acceso a la Piazza del Campidoglio, fueron halladas en otro templo de consagrado a ellos y ubicado en el circo Flaminio, en el campo de Marte. Posteriormente fueron trasladadas a su ubicación actual.
Se representan a ambos junto a sus caballos, estos últimos visiblemente más pequeños y sus icónicos píleos (gorros parecidos a los frigios confeccionados en fieltro y que simbolizan la paz).
Están esculpidos para ser vistos desde abajo y para que los éstos destaquen en tamaño y fuerza visual. Fueron fuente de inspiración para artistas posteriores no cabe duda, pero a día de hoy siguen custodiando la ciudad que más les veneró.
 

Trofeos de Mario


Si hablamos de restos romanos que nos encontramos en la ciudad eterna, nos vienen a la memoria centenares de monumentos icónicos, pero si algo me gusta traeros son los menos conocidos, los que te encuentras en medio de la nada o encastados en un edificio posterior.
En la Piazza Vittorio Emanuelle II, hallamos una construcción romana delimitada por una verja de hierro. Su apariencia puede pasar algo desapercibida, pero en su época, fue un precioso ninfeo que se alzaba en lo más alto del Esquilino, en la confluencia de la Vía Labicana y la Vía Tiburtina.
 

La datación la sitúa durante el imperio de Severo en el 226, se sabe porque existe alguna moneda con la representación de esta fuente. Conocemos la existencia de al menos quince ninfeos en Roma, pero éste es el único que se preserva estructuralmente.
La fuente ornamental en realidad marcaba el límite final del ramal del acueducto y servía tanto de fontanal decorativo como de zona de distribución de agua a través de las cañerías de plomo.

La estructura de ladrillo revestida de mármol, tenía veinticinco metros por casi diez de altura y se dividía en tres niveles que acababan en una cuadriga decorativa. Contenía una estatua que representaría a Océano, pero en la parte central superior, en una estructura semicircular, se hallaban las estatuas presumiblemente de Alejandro Severo y Julia Mammea, custodiadas por los erróneamente conocidos como "Trofeos de Mario" ya que los asimilaron a las victorias de Cayo Mario sobre los cimbrios y los teutones. La realidad es que seguramente serían los trofeos dedicados a la victoria de Domiciano sobre los catti y dacios en el 89.
 
Si os preguntáis porqué he puesto este monumento que no está en el Campidoglio es porque estos trofeos, estatuas conmemorativas de panoplias militares con lóricas squamatas, sí que están en la plaza acompañando a las estatuas de Cástor y Pólux, ya que fueron trasladas por orden del Papa Sixto V en el siglo XVI.

Posiblemente el ninfeo fue una restauración de una anterior ya que se han localizado los restos de ladrillo reticulado de época augusta.
Como veis, hay que observar detenidamente cada calle, cada muro y cada sillar de Roma casi sin pestañear, así te aseguras no perderte una historia que aunque menos insigne no deja de ser importante.
 

Coloso de Constantino

 
Constantino es generalmente recordado como el primer emperador cristiano.
Lo cierto es que supo leer perfectamente su tiempo y adaptó su reinado en el s.IV, a la nueva religión que se había extendido entre todas las clases sociales, incluyendo las élites.
 

A pesar de que el arco consagrado a él no dispone de iconos religiosos, sí que se cree que en esta escultura que decoraba su basílica en el foro, iba representado con un lábaro (estandarte imperial) con el símbolo del crismón (letras griegas que representan a Cristo).
La basílica fue iniciada por Majencio, pero la victoria de Constantino sobre éste en Puente Milvio, permitió la readecuación del edificio al nuevo emperador. La importancia de la Basílica es que establece el nuevo ordenamiento arquitectónico que influenciará en las nuevas construcciones cristianas, muy especialmente en las iglesias.
Dentro de ese enorme edificio administrativo, Constantino hizo colocar su colosal estatua, de la que hay una réplica maravillosa recientemente colocada en el palazzo Caffarelli y que no podéis dejar de visitar.
 
 
 
 

De unos doce metros de altura y de estilo acrolítico, es decir extremidades de mármol y cuerpo realizado en ladrillo, madera y planchas de bronce, se esculpió con un rostro regio, con mentón muy marcado, ojos grandes, y una escasa expresividad, un rasgo que recuerda la divinidad del emperador. Las extremidades, manos, piernas y pies son más realistas. Los fragmentos originales pueden ser vistos en el patio del Palacio de los Conservadores.
Un recuerdo del cambio artístico y religioso que marcó Roma para siempre.
 

 

 

 

 

Miembro de: