Rudis, la espada de la libertad
Introducción
Creo que más o menos cualquier amante del mundo romano tiene en mente el mundo gladiatorio como uno de los referentes iconográficos de esa Roma tan idealizada. Es recurrente verlas reproducidas en películas a modo de luchas épicas cargadas de adrenalina, y no es extraño encontrar cerca de donde vivimos los restos de los muchos anfiteatros romanos, que de forma deliberada, éstos construían para principalmente evitar sublevaciones y contener ánimos acalorados.
Tener a la plebe distraída permitía aplacar cualquier conato de malestar y dirigir el foco de atención hacia aspectos mucho más mundanos, así que los gladiadores eran no sólo necesarios, sino casi vitales para el poder, bien fuera durante la república o durante la época imperial. Los espectáculos gladiatorios se realizaron durante mucho tiempo en el circo máximo o sobre unas plataformas móviles de madera que se unían o separaban según se celebraran obras teatrales o luchas, venationes e incluso ejecuciones públicas. Es decir, estaban integradas dentro de la urbe antigua como un aspecto importante dentro de la consideración de ocio.

Y como no podía ser de otra forma, los gladiadores comenzaron a representar un auténtico fenómeno fan para todas las provincias imperiales. No se trataba sólo de a qué grupo de gladiador pertenecieras, porque los había de diferentes tipos, sino si eras un portento de la lucha y el espectáculo. Sabemos que llegó a cotas sobresalientes pues algunos de ellos alcanzaron a cobrar lo que ahora percibiría como salario un futbolista de la talla de Messi, Mbappé o Lamine Yamal. Si lograbas sobrevivir y eras ducho con la espada o el tridente, eras aclamado en todos los anfiteatros, te premiaba el cónsul o emperador de turno, aparecías en pinturas murales o mosaicos y las mujeres adineradas suspiraban por pagar una noche de pasión a tu lado.
Siendo realistas, esos eran casos muy aislados y excepcionales. Normalmente el gladiador llevaba una vida extremadamente dura, al más puro estilo deportista de élite, pero la gran mayoría sin derechos legales.
Su vida se reducía al entrenamiento constante en las escuelas de gladiadores, eras propiedad de un lanista y recibías una dieta alimentaria estricta que incluían las cenizas de plantas diluidas en los nutritivos caldos de legumbres, para potenciar su resistencia ósea y la recuperación de las heridas. No parece de entrada una vida demasiado apetecible. Pero por esta misma razón, por el gran coste que representaba para el propietario la formación y mantenimiento de cada hombre, no siempre participaban en luchas a vida o muerte. En ocasiones las peleas, acababan con heridas simuladas a través de pequeños sacos de sangre que se rompían al contacto del arma de tu oponente, causando la aclamación de un público fervoroso y excitado.
No obstante, era muy común perder la vida durante el combate, en ocasiones como resultados de las sepsis de las heridas, o por la decisión caprichosa del emperador. Este fue el final de muchos de ellos, incluso algunos ciudadanos elegían esta forma de vida renunciando a la libertad. Quizás este hecho nos choque, pero en Roma las hambrunas eran una constante así que convertirse en esclavo, permitía garantizarte un sustento que llevarte a la boca.
La rudis
La rudis era la espada de madera que usaban los gladiadores en sus entrenamientos. En realidad era una herramienta extremadamente simple que servía más para marcar los movimientos, embestir y proteger, pero poco más. El espacio que se usaba para entrenar antes del espectáculo de masas en la ciudad de Roma, y que se hallaba junto al Coliseo, era el ludus magnus, un edificio conectado por un pasillo interno que permitía entrar a los gladiadores a la arena sin necesidad de salir fuera de las instalaciones. El de Roma era enorme y disponía no sólo de salas anexas sino de su propio anfiteatro para entrenar.
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La pregunta es, ¿por qué la rudis es un símbolo en sí mismo? Porque la rudis era el elemento que se entregaba al gladiador que por méritos o por decisión de su lanista, propietario o emperador alcanzaba la libertad. No fue una técnica extendida entre otras cosas por la corta esperanza de vida de estos hombres. No obstante, si llegado el momento el gladiador mostraba una resistencia a la muerte y cumplía con los requisitos de su dueño, era galardonado con la espada con la que había estado entrenando. En el caso de que éste además fuera esclavo, podía recibir la libertad y convertirse en ciudadano romano de pleno derecho, para ese supuesto se le colocaba el píleo o gorro frigio que se soportaba sobre la cabeza rapada del esclavo en una ceremonia de alto contenido emotivo.

Para alguien que se había pasado la vida luchando y que además se alimentaba de los vítores de un público entregado, no era fácil desprenderse de toda esa adrenalina que suponía el combate, así que algunos optaban por seguir su carrera a pesar de ser considerados hombres libres. Tenemos un buen número de gladiadores famosos como Tetraites, Spiculus, Carpóforo, Flamma, Vero, Prisco, etc.
Estos hombres procedían de diferentes lugares del imperio y consiguieron amasar una importante fortuna tanto ellos como sus propietarios, algunos de éstos como Flamma (de origen sirio), renunciaron a la libertad para seguir combatiendo en la arena, más valía una vida corta de gloria y fama que una larga relegada al ostracismo. En cualquier caso algunos de los protagonistas quedaron bajo la protección del propio emperador, que a causa de su profunda admiración les ofrecía palacios, dinero y mujeres. Nerón fue uno de esos emperadores, pero sin duda Cómodo fue exponencialmente el más obsesionado con estos espectáculos, apareciendo él mismo como gladiador ataviado con ropajes que emulaban a Hércules y combatiendo hasta en setecientas ocasiones.

Algunas de las principales figuras fueron recordadas no sólo por el número de batallas vencidas sino por la calidad de su lucha, es el caso de Vero y Prisco que durante horas estuvieron enfrentándose sin que ninguno de los dos se dieran por vencidos, motivo por el cual fueron ambos premiados con la rudis.
Esta simple espada de madera fue mucho más que un símbolo de libertad. Era el recuerdo de una gloria basada en el sufrimiento y la muerte, pero sobre todo de la supervivencia extraordinaria de estos hombres que pagaron caro el deleite y la contención de toda una sociedad.
Mireia Gallego